Me arrastró hasta un sucio baño público, sacó su enorme y palpitante polla y me la metió hasta la garganta hasta que me entraron arcadas. Cualquiera podría haber entrado, y eso sólo lo hizo más excitante. Luego me inclinó sobre el retrete y utilizó mi agujero como si fuera suyo. Gemía como una sucia zorra mientras aquella enorme polla me abría de par en par. Cubrió mi agujero con una gruesa carga... pero no se detuvo. Siguió follándome, lenta y profundamente, adueñándose de mi culo allí mismo, en aquel patio de butacas. Tienes que ver cómo me destrozó.